La Cándida albicans suele ser un hongo inofensivo en nuestro cuerpo, pero ante ciertas condiciones puede transformarse en un microorganismo infeccioso. Por ejemplo en presencia de un desequilibrio hormonal o variaciones en la acidez del PH en su entorno.
En individuos completamente sanos, la Cándida generalmente no pasa a ser infecciosa, por lo que padecer una candidiasis siempre es síntoma de un desequilibrio subyacente o un fallo temporal del sistema inmunitario.
Durante su fase infecciosa, la célula del hongo desarrolla ciertos filamentos que contienen proteínas especiales y le permiten adherirse a las células de la piel y las membranas mucosas. Luego las toxinas emitidas por el hongo pueden causar irritación, inflamación y otras molestias.
El hongo invasivo puede adherirse a múltiples superficies, a la ropa, a los alimentos y objetos. Esto ocurre frecuentemente dentro de los hospitales, donde se han desarrollado cepas muy resistentes de Cándida.
Dado que en su fase infecciosa este hongo puede causar síntomas muy molestos, como picazón, incomodidad, erupciones y secreciones vaginales, es muy importante no pasarlo por alto. Con el tratamiento y el estilo de vida adecuado es posible ponerlo bajo control y volver a la normalidad.